Pequeños tesoros

domingo, 7 de abril de 2013

I. Tengo miedo.

 "-Tengo miedo a perderte.
   -No me perderás."

 ¿Nunca has sentido la sensación de que te falta alguien? Esas tardes de Domingo que piensas: me falta él. 
Horas y horas que te pasas con ese nudo en la garganta, con esas ganas de llorar. Días como los Domingos están hechos de recuerdos. Están hechos de promesas rotas. Están hechos de las cosas no pasan por casualidad. Domingos con D de daría lo que fuera por verte a mi lado. Sabes de sobra que ese vacío no te lo va a llenar nadie. Nadie. 
 Los Domingos son los días en los que prometes no volver a llorar por el mismo chico, por el mismo (des)amor. Te entra miedo al amor, miedo a que te quieran, a querer. Miedo a enamorarte. Miedo a las putas promesas que de un momento a otro se acabarán rompiendo. Y lo sabes. Y por eso después de sufrir tanto por la misma persona, después de derramar lágrimas por los mismo recuerdos, creas una especie de muro que impide a los demás hacerte fuerte. Porque si estás sola no puedes ser fuerte, te vas haciendo débil poco a poco, día a día. En cambio, si estás rodeada con gente que te quiere, te darán fuerza. Aún así te creas esa barrera que lo único que consigue al final es derribarte a cada segundo y hacer que llores porque no sabes como olvidar. En realidad los seres humanos no estamos hechos para olvidar, sino para mantener vivo el recuerdo de quien nos deja.
 >Te acabas acostumbrando a estar aislada, a llorar, a gastarte la piel de los nudillos por tantos golpes a la pared (a las mesas, a las puertas), a no tener ganas de sonrisa, sentir que has perdido todas tus fuerzas por un imbécil que no supo apreciarte. Quizá piensas en saltar, en el take it easy, pero o acabas hundida en tus propias penas, o haces que no te duele pero por dentro eres la misma Roma, o por tantas rayadas monumentales y comidas de techo, acabas siendo feliz solo cuando vomitas.
 Los recuerdos van a estar siempre ahí para hacernos la vida imposible, para recordarnos que una vez fuimos felices, y que nunca seremos tan felices como antes. Que ese vacío seguirá estando en tu interior, por mucha gente que pase por el de tu izquierda, por mucha gente que intente amarte tanto que no notes el dolor del abandono. Nunca te curarás. Porque no hay cura para el olvido, no hay cura para afrontar que has sido olvidada, ni para olvidar.
Al final solo te quedarán los restos de una felicidad.