Pequeños tesoros

viernes, 13 de septiembre de 2013

III. Luna, lunera.

Todo el mundo piensa en lo que quiere ser de mayor: abogado, periodista, dependienta, entrenador de tu equipo preferido... Pero yo, mamá, yo quiero ser como la Luna. Quiero llegar tan lejos como llega ella. ¿Te lo imaginas? Ir por todo el mundo dándole luz a todo aquel que te vea. Sacándole una sonrisa a esa pareja que va cogida de la mano y se besan al verte. Envidiar al Sol por dar calor, pero que él te envidie por dar el frío de la noche. Mamá, ¿por qué no podemos vivir en la noche? ¿Te imaginas lo que sería ir por la calle mientras los otros duermen? Sentir que puedes cambiar el mundo, que nada ni nadie te va a parar, todos duermen menos tú. Mamá, yo de mayor quiero brillar tanto como la Luna, porque mírala, la toman por pequeña aunque ella sabe lo grande que es, y sale cada noche a bailar sus canciones preferidas, a brillar en la pista de baile. Porque es que mamá, el cielo es la pista de baile de la Luna. Mamá, ¿algún día seré tan natural como la Luna? Y, y, ¿mamá, podré ser tan perfecta? Porque mírala, ella no se pone tacones, ni se pasa dos horas en el baño maquillándose, ni se viste con su mejor vestido, ni sonríe a cualquier chico, porque, mamá, ella sale sin vestir, sin peinar, sin maquillaje, sale natural y la gente la envidia. ¿Mamá, podré llegar a estar con todo el mundo, como la Luna? Porque, mira, ahí donde está, te está viendo a ti, está viendo Madrid, y está viendo la sonrisa que le saca el móvil a una chica de Valencia. Mamá, mamá, quiero pedir un deseo. De mayor quiero ser como la Luna.